sábado, 7 de febrero de 2015

El origen de la SIDE




Aunque los antecedentes datan del antiguo Servicio Secreto Militar, que luego mutó en el Batallón 601, y los aparatos de control de fronteras, que desde la década del 30 controla la Gendarmería Nacional, el verdadero comienzo de los servicios secretos argentinos se sitúa entre la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, cuando Juan Domingo Perón se encargó de aplicar los nuevos conceptos de defensa en el contexto de la competencia bipolar y la llegada de los prófugos de la Alemania nazi. El conocimiento alemán fue vital para el desarrollo de la primera estructura de espionaje que dependió directamente de la Presidencia. Una creación de Perón, que antes de convertirse en presidente había cumplido funciones como espía militar en Chile.

Por Claudio Mardones*.- Cambio21.- sábado 7 de febrero de 2015.-



Se trataba de la Coordinación de Informaciones de la Presidencia (CIPE), diseñada con la asistencia del agente nazi Rodolfo Ludovico Freude. Más tarde fue rebautizada como Coordinación de Informaciones del Estado (CIDE), una sigla que tomó la Revolución Libertadora y se mantuvo, con las intermitencias civiles y la proscripción al peronismo, hasta 1966, cuando Juan Carlos Onganía la rebautizó como Secretaría (SIDE), la sigla que la identificó hasta la sanción de la nueva Ley de Inteligencia Nacional aprobada por el Congreso el 27 de noviembre de 2001 y promulgada tres semanas antes de la renuncia de Fernando de la Rúa, mientras esa estructura autónoma coordinaba la represión junto a la Policía Federal.

La Policía Federal es justamente la otra pieza clave en el tramado de oficinas secretas, agentes con estatuto especial y tareas más vinculadas al espionaje interno que a otra cosa. Su génesis también estuvo en manos de Perón, que tomó a la vieja Policía de la Capital Federal y la refundó en una estructura inspirada, en teoría, en el FBI de J. Edgar Hoover. Hasta hoy, la Federal combina el control de la ciudad con su presencia en todas las capitales provinciales. Entre los 40 y los 50 fue la estructura policial más utilizada por Perón y el instrumento para monitorear los movimientos militares que el 16 de junio de 1955 terminaron con el bombardeo a la Plaza de Mayo.

En esos años de radios de onda corta, la intercepción secreta de las comunicaciones ya era una de las tareas principales del espionaje interno. En 1955, antes de ser derrocado, Perón se valió del sistema KEES para conocer de antemano, gracias a las escuchas de la Red Radioelétrica de la Policía Federal, qué guarniciones militares estaban a un paso de sublevarse. Su existencia fue revelada por el periodista Rodolfo Walsh en 1967, para contar cómo funcionaba el sistema de pinchaduras por radio. El mismo método que el 25 de mayo de 1973 utilizaría el propio Walsh, convertido en jefe de inteligencia de Montoneros, para anticipar cómo iba a funcionar el dispositivo represivo montado por la Policía Federal para la asunción de Héctor J. Cámpora. Todavía faltaba mucho hasta llegar al increíble anticipo del golpe del 76.

Así fue evolucionando la enigmática relación del poder civil con sus catacumbas secretas, integradas actualmente por la Secretaría de Inteligencia (SI), ex SIDE, como cabeza de un sistema compuesto por una decena de organismos que van desde la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal, dependiente del Ministerio de Seguridad, las tres oficinas de espionaje de las fuerzas armadas, y las áreas de inteligencia de las fuerzas de seguridad federales: Prefectura, Gendarmería, Policía Federal y de Seguridad Aeroportuaria. Se trata de áreas que históricamente proveyeron herramientas de espionaje político a los ministros del Interior, un cargo que alguna vez ocupó el general Albano Harguindeguy y que, desde la recuperación democrática, contó con jefes célebres como José Luis Manzano y Enrique “Coti” Nosiglia, hoy convertidos en prósperos empresarios.


* Periodista:  Este recuadro forma parte del artículo El oligopolio del secreto de Claudio Mardones de la edición N° 189, de febrero 2015 de Le mond diplomatique,  versión argentina.






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