martes, 7 de abril de 2015

Un jardín comunitario que creció con amor, siembra la solidaridad en el barrio El Tala



Primero fueron madres cuidadoras que se juntaban en dos casas –una frente a la otra, con el nombre de “casitas solidarias”- donde cuidaban bebés y niños para que las mamás pudieran salir a trabajar, en el barrio El Tala.
Compartieron esa experiencia durante los primeros años de la década del 90, y como resultó muy positiva continuaron con la organización de talleres y capacitaciones para mamás sobre alimentación, cuidados y estimulación. Entusiasmadas empezaron a soñar con un Jardín para el barrio, que con esfuerzo y convicción logró nacer el 24 de marzo de 1994. Así arrancaron, con dos salitas, una pequeña cocina y el nombre elegido por uno de los papás: Creciendo con amor.
“La identidad de este Jardín es la solidaridad”, dice Silvia que de beba asistió al jardín y del cual es hoy una de sus educadoras populares.-

Por Laura Rosso, especial para Cambio21.- martes 7 de abril de 2015.-


 “El Jardín es un brazo del Centro Comunitario María Nazareth, que en ese momento era un comedor infantil”, cuenta Virginia Borda, una de sus fundadoras, quien junto con Julia, Cristina, Rosa, Amelia, Mirta y Natalia a la cabeza, se pusieron aquel proyecto al hombro y lo hicieron posible. Todas viven en el barrio El Tala desde los tiempos en que había que apurar el fuego para darles de comer a los más pequeños.

Con el correr de los años, algunas se fueron y otras continúan. Virginia tenía treinta y cinco años en ese entonces, e iba y venía para todos lados con Silvia, su beba. Hoy, tantos años después, se emociona ante el camino recorrido. Silvia, su hija, es una de las educadoras populares del Jardín.

Orgullo y alegría es lo que sienten ambas si miran hacia atrás y recuerdan aquellos años de lucha. Silvia sigue el camino marcado por su madre: el amor al barrio, la solidaridad y la certeza de que es posible concretar los sueños.
“Cuando llegamos acá, hicimos una revolución en el barrio –recuerda Virginia-. Éramos cuarenta y cinco mujeres que nos juntábamos todas las tardes”. Ninguna vive ni hace nada sola, era su lema, que con los años fue cambiando. “Hoy también colaboran los papás, está Ricardo en la cocina y muchos hombres del barrio ayudan”, cuenta Virginia.

En la línea de tiempo que marca los mojones de esta historia –una historia que se sigue escribiendo- aparece la Hermana Renza, directora de Cáritas y con quien caminaron un largo trecho. 

Tanto el Jardín como el Centro Comunitario donde se brindan clases de apoyo escolar, como las actividades que se realizan en el Centro de Atención Juvenil y la murga “Los vagabundos del Tala” forman parte de los programas que se desarrollan en el barrio.

Desde hace cuatro años pertenecen al Colectivo de a Pie, una red que nuclea a muchas organizaciones sociales. “La identidad de este Jardín es la solidaridad”, dice Silvia. “Trabajamos mucho con las mamás para que confíen en nosotras. Trabajamos con el corazón puesto en la cabeza”, dice Virginia. “Este es un jardín comunitario, es de todos. Todas velamos por los chicos, todas somos una”, agrega Silvia.  

“El jardín es fundamental en el barrio, para las mamás que salen a trabajar, o las que tienen que llevar a sus otros hijos al médico, y para las que van a estudiar. Estamos alrededor de los chicos todo el tiempo. Es algo muy fuerte lo que sentimos. Lo que nos ayudó mucho es que estuvimos en el auge de las comunidades eclesiales de base y quedó el germen del amor”, da cuenta Virginia.


El Jardín alberga a cuarenta y nueve niños y niñas, en salas de dos, tres, cuatro y cinco años, a la que se suma una sala maternal, tanto turno mañana como tarde.

Son cincuenta y dos familias las que acompañan los primeros aprendizajes de sus hijos e hijas en un espacio que supieron defender y cuidar, y que hoy simboliza el corazón del barrio.

El pasado 10 de marzo tuvo lugar la re inauguración del Jardín. “Se le dio un gran envión –dice Virginia-. Fue posible ponerlo en condiciones con nuevo equipamiento.” 

Se arregló el techo, se pintaron las salas, la cocina y el baño, se pusieron cortinas y cerámicas nuevas, además de  juegos de patio, un televisor y enormes cuadrados de goma eva para cubrir el piso de la sala de los más pequeños.

Es una institución educativa de gestión comunitaria que cubre las necesidades básicas de los niños y niñas del barrio y donde se lleva adelante una planificación educativa anual.

Trabajan de manera integral, con actividades para cada edad, que encuadran en un proyecto que se extiende de abril a diciembre. El tema puede ser  el medio ambiente, como ocurrió el año pasado, o arte y expresión, que es el de este año, cuyo cierre estará enmarcado por una muestra de plástica con eje en el reciclaje.

Todos educamos, desde quien barre las hojas de la vereda, hasta la cocinera y quienes acompañan en la sala”, define Virginia. Hace más de veinticinco años que conoce el barrio, y su balance es más que positivo. “Todo lo que empezó como un pequeño sueño hoy es grande. No le envidio nada a ninguna institución, de todas hemos recibido o aprendido algo y lo pusimos en práctica. Con un granito arrancamos e hicimos grandes cosas”

Para este año, sus deseos están puestos en construir otra sala y techar una parte del patio.

 “Sé que voy a seguir acá”, revela Silvia. “Quiero que muchas instituciones se sigan manteniendo vivas y que haya un reconocimiento. Sabemos que nuestra esencia es comunitaria, queremos que el Estado siga presente, lugares como estos son fundamentales para el barrio. A los chicos los marca el amor.” 

Promoción y protección integral de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Implementación  de la Ley 13.298.-


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